Los textos de opinión que aparecen, a diario, en los periódicos están
plagados, en su mayoría, de contenido no
argumentado. La persona que lo firma, ya sea un periodista o un docto en el
tema a tratar, pocas veces demostrará detalladamente al lector los argumentos
que esgrime. En cambio, el autor si se servirá de oraciones que trasladen al
lector a su raciocinio, del que difícilmente podrán escapar, al ser
arrastrado por un cúmulo de preposiciones o implicaturas.
A continuación, se analiza un texto de opinión escrito por Ana Noguera, en
el diario EL PAÍS. Desmantelar el actual sistema político, carente de toda
utilidad y enquistado tanto por dentro como por fuera, es la utopía que Noguera
persigue a través de cada una de las frases de este texto.
Texto adjunto:
¿Unos
‘pactos de la Moncloa’ contra la corrupción?
"Necesitamos autoridad moral de
forma urgente para instaurar las reformas profundas que se impongan a los
sistemas de partidos"
Hemos tocado fondo a nivel político. Los
últimos datos publicado por EL PAÍS sobre el entramado Bárcenas confirman que
esto no es cosa “de cuatro trajes” ni “de cuatro corruptos”, sino una forma de
hacer política deshonesta, inmoral e ilegal, que partiendo del estómago del
partido ha intoxicado la circulación sanguínea de la democracia.
¿De cuántos contratos públicos amañados
hablamos? ¿De cuántas comisiones ilegales? ¿De cuántos tratos de favor,
información privilegiada, malversación de fondos, contabilidad paralela y
relaciones deshonestas entre empresas y políticos? Lo que
estamos conociendo nos sitúa como país
en los niveles más altos de contaminación y corrupción, similar a gobiernos
dictatoriales, sin sistema de representación democrática y sin
separación de poderes.
El entramado no nos deja heridos, sino inhabilitados políticamente. ¿Qué
hacemos? Si todo lo publicado es cierto (y la investigación judicial está
demostrando lo profundo del asunto), la salida es bien complicada: dejarlo
pasar significa estar encharcados en la corrupción a todos sus niveles, hay que
tirar de la manta, pero ¿quién?
El problema es que el sistema democrático se tambalea; la mayor situación de descrédito y debilidad
la representan los partidos políticos, a quienes necesitamos en estos
momentos más fuertes, sólidos, transparentes y democráticos que nunca, pero que
en cambio se han convertido en el enemigo
ciudadano.
No parece posible que los propios partidos políticos puedan salir por sí
solos de esta situación. Al contrario, siguen de forma endogámica, jugando con las mismas viejas reglas
que hoy resultan incomprensibles para una ciudadanía harta, indignada y que se
siente estafada. No sólo es que se siente estafada, sino que lo ha sido. ¿En manos de quién podemos confiar la
transparencia política, la regeneración democrática y el cambio interno de los
partidos políticos? ¿A quién se lo encargamos: al presidente de Gobierno?
La reacción de la cúpula del PP ha sido la clásica: negarlo todo, matar al mensajero, y seguir hacia
delante a ver si todo escampa. Es
cierto que no todos los partidos ni todos los políticos están implicados o
manchados. Muchos políticos están dando la cara en las horas más bajas
de credibilidad del sistema, denunciando y sacando a la luz las malas
prácticas, ejerciendo la política no sólo con honestidad, sino con dosis de
heroísmo. Pero la injusta percepción de que todo está corrupto y todos son
iguales, les pone enormes piedras en el camino.
Por una parte, tenemos el hartazgo social con el estupor y el descrédito de
no confiar en nadie, la corrupción política económica que ha manchado al
conjunto de instituciones democráticas sin excepción, que impiden que la
Política se ejerza como una solución. Por otra parte, el arco parlamentario
actual es demasiado débil para abordar la regeneración democrática de forma
profunda: el PP no lo va a hacer (se juega demasiado), el PSOE manifiesta una
debilidad interna y orgánica grave, además de arrastrar errores y gestiones pasadas
que lo dejan maniatado, y otros partidos que están escalando posiciones, aún
mantienen una enorme distancia electoral y parlamentaria que les impide dar un
vuelco a la situación.
¿Cómo conseguimos desmontar la élite de poder
que ha utilizado las instituciones públicas como cortijos para saquear dinero? Y ¿cómo
invertir la pirámide representativa, que permite que sigan gobernando y
ejerciendo el poder los que utilizan métodos deshonestos porque el sistema les
beneficia (presiones, maletines, comisiones, amenazas …)?
La sociedad civil es la que está demostrando mayor nivel de civismo y
compromiso, salvo que no tiene capacidad articulada, ni tampoco le corresponde
el papel de sustituir a las instituciones existentes.
Nuestra Constitución española no necesita
un lavado de imagen; necesita una profunda revisión que aborde
como principal objetivo la reforma electoral, la imprescindible reforma
orgánica de los partidos políticos y su financiación, la inspección y
vigilancia contra la corrupción y la
inmediata sanción de los corruptos que no puedan ser cobijados en el interior
de las organizaciones, la separación de los papeles público-privado, los
derechos universales e innegociables de los españoles, el crecimiento económico
y el ineficaz sistema laboral español, el modelo productivo de nuestro país…
entre otros asuntos. No podremos solucionar los problemas económicos y sociales
del país, la desigualdad social y el crecimiento laboral, si no abordamos la
profunda revisión democrática. Pero, ¿quién
tiene en estos momentos autoridad moral para plantear un gran acuerdo por
encima de los partidos políticos (que son juez y parte en estas decisiones)?
Al igual que en el año 77 se consiguieron los Pactos de la Moncloa, hoy
necesitaríamos un Pacto de Reforma del Sistema Democrático que responda a los
desafíos actuales y ponga límites a las perversiones que estamos sufriendo, no
sólo desde el ámbito político y económico, sino también moral. Necesitamos
autoridad moral de forma urgente para instaurar las reformas profundas que se
impongan a los sistemas de partidos.
Ana Noguera es miembro del Consell Valencià de
Cultura.
No hace falta esperar
mucho para hallar las primeras presuposiciones, presentes en el segundo párrafo
del artículo. “¿De cuántos contratos
públicos amañados hablamos? ¿De cuántas comisiones ilegales? ¿De cuántos tratos
de favor, información privilegiada, malversación de fondos, contabilidad
paralela y relaciones deshonestas entre empresas y políticos?” Los
accionadores de esta serie de presuposiciones son los pronombres interrogativos
cuántos y cuántas. De este modo, la autora del texto sobreentiende que se conoce,
de manera generalizada, la existencia de la corrupción, con sus correspondientes
contratos públicos amañados, sus comisiones ilegales, sus tratos de favor, etc.
“Lo que estamos conociendo nos
sitúa como país en los niveles más altos de contaminación y corrupción, similar
a gobiernos dictatoriales, sin sistema de representación democrática y sin
separación de poderes.” En
esta presuposición, el accionador se encuentra en la comparación que hace
Noguera del sistema democrático español con los gobiernos dictatoriales,
mediante la estructura comparativa similar
que. Así pues, gracias al uso de esta estructura, se consigue equiparar la
actual situación democrática con la vivida en los países regidos bajo una
dictadura, y así presuponer que las condiciones en ambos sistemas
gubernamentales son las mismas.
“La mayor situación de descrédito y debilidad la representan los
partidos políticos […] que se han convertido en el enemigo ciudadano. En esta oración,
se encuentra una doble presuposición. Por un lado, la atribución del descrédito
y la debilidad a los partidos políticos, debido a la expresión referencial. Por
otro lado, la utilización del verbo convertir que implica un proceso de
enemistas que antes no existía, pero que ya se ha establecido.
Avanzando en la lectura del texto, encontramos otra presuposición en el
siguiente fragmento: “¿En manos de quién podemos confiar la
transparencia política, la regeneración democrática y el cambio interno de los
partidos políticos?”. Al igual
que en la primera presuposición analizada, el accionador de ésta es un
pronombre interrogativo. En este caso, quién.
Además, en
este mismo párrafo, también, está presente una implicatura conversacional por
parte de la autora. “¿A quién se lo
encargamos: al presidente de Gobierno?”. Al referirse al presidente del
gobierno como posible solución del problema, la autora muestra la incapacidad de
Rajoy para liderar las nuevas reformas políticas. De esta manera, se incumple
la máxima de cantidad, al aportar más información de la que realmente sería
necesaria para la correcta comprensión del lector.
El incesante
encadenamiento de presuposiciones e implicaturas en este artículo es, sin embargo,
interrumpido por su autora. En el párrafo sexto, encontramos dos frases que
sirven como desaccionadores o, mejor dicho, limitadores de los efectos que las
presuposiciones habían ido provocando en el lector anteriormente. “Es cierto que no todos los partidos ni todos
los políticos están implicados o manchados.” En esta primera oración, se
aclara que si bien existe la corrupción, no se ha extendido a todos los
partidos. La segunda le sirve a la autora para argumentar su opinión en una
base fundada y sustentada en formas de concepción aceptadas universalmente. “Pero la injusta percepción de que todo está
corrupto y todos son iguales, les pone enormes piedras en el camino.”
En cambio,
estos dos desaccionadores sólo son una pequeña excepción durante todo el texto.
La autora, desde este párrafo hasta el final, continuará usando presuposiciones
e implicaturas con el objetivo de persuadir y seducir a los lectores de la idea
principal del artículo, que no es otra que la incapacidad de los políticos para
realizar la imprescindible reforma democrática.
En uno de los párrafos posteriores, se volverá
a aludir a la manipulación política y al saque de las instituciones por parte
de numerosos agentes políticos. “¿Cómo
conseguimos desmontar la élite de poder que ha utilizado las instituciones
públicas como cortijos para saquear dinero?” La utilización del pronombre
interrogativo cómo desviará la atención del lector de si lo que continúa a ese
pronombre es cierto o no. Es decir, lo que acompañe a ese accionador presuposicional
será aceptado.
La autora
sigue desarrollando su idea del regeneracionismo democrático y, para ello,
involucra en el proceso a la ciudadanía. Una ciudadanía que, tal y como
describe en el artículo, es una ciudadanía comprometida y con un mayor nivel de
civismo que el sector político. “La
sociedad civil es la que está demostrando mayor nivel de civismo y compromiso,
salvo que no tiene capacidad articulada, ni tampoco le corresponde el papel de
sustituir a las instituciones existentes.” En este caso, se atribuye a la
sociedad civil, mediante una expresión referencial, un alto nivel de civismo y
compromiso que, en ningún caso, está comprobado.
“Pero, ¿quién tiene en estos
momentos autoridad moral para plantear un gran acuerdo por encima de los
partidos políticos (que son juez y parte en estas decisiones)?” Uno de los últimos coletazos, en sentido
literario, que está en el texto es la necesidad del acuerdo por encima de los
partidos, el objetivo que Noguera busca desde el comienzo del artículo. Al
igual que en otras presuposiciones analizadas, se vuelve a hacer uso del pronombre
interrogativo para centrar en él toda la atención del lector, y para no
cuestionar la veracidad del contenido
que aparece en la oración.
Como ya
hemos comprobado, tras este detallado y minucioso análisis, las presuposiciones
y las implicaturas son elementos usados habitualmente por toda persona que se
disponga a difundir su mensaje y a convencer a los receptores de la veracidad
del contenido de éste. En realidad, estos elementos lingüísticos son
herramientas al servicio de emisores que quieren transmitir su verdad y que
necesitan ahuyentar o alejar toda especie de duda o incertidumbre en la mente
del receptor. No hay ninguna duda de que en muchas de las ocasiones los autores
se vean finalmente cazados por lectores con un alto nivel de gramática y
conocimiento en el campo de la lógica, pero, en otras, logran esquivar todas
los avisos y las barreras presentes en el cerebro del receptor, y pasan a
convertirse en verdaderos magos de la palabra, en puros deformadores de la
realidad.
ANTONIO PARDO