sábado, 23 de febrero de 2013

LA BASURA EN SEVILLA ES UNA MARAVILLA


LA BASURA EN SEVILLA ES UNA MARAVILLA
CARLOS HERRERA. ABC, 8 de febrero de 2013
SI alguno de ustedes tiene la buena idea de acercarse a Sevilla, cosa que hacen a diario miles de personas de todo tipo de procedencias, se darán de bruces con una ciudad sumida en la basura. Como ocurrió hace poco en Granada o en Jerez, una huelga de los servicios municipales de limpieza ha puesto en un brete insalubre uno de los paisajes más célebres de la España turística, tanto que hasta los capullos del New York Times le han dedicado alguna de las fotos de su célebre portada. Menudo éxito para los convocantes del paro, nada menos que aparecer en un rotativo de referencia en el mundo entero. Ya no se trata de que ABC les dedique alguna de sus llamadas en portada en tirada nacional: estamos hablando de la suerte de recoger la basura de una ciudad de renombre internacional como Sevilla y de la repercusión de que unos estupendos trabajadores decidan echarle un pulso a los ciudadanos de la capital de la alegría. Hasta los americanos se detienen en saber que allí abajo, en el sur de ese peculiar país de las fotos publicadas hace unos meses en los que la gente rebuscaba en los contenedores para poder comer, un conflicto laboral pone en un brete la conveniencia de visitar sus encantos tan conocidos por todos.
 Les cuento por si no lo saben. La empresa municipal de limpieza es una suerte de empresa privada en la que los propietarios son los ciudadanos. El mandato de gestión lo tiene el Ayuntamiento, lo cual no impide que sea un paraíso particular. Sus trabajadores gozan de una situación envidiable a ojos de muchos otros y raro es que ningún otro elemento dependiente de la gestión colectiva no quiera gozar de sus condiciones laborales. El convenio firmado por anteriores corporaciones municipales hace que los trabajadores de Lipassam sean una suerte de oasis en el marco laboral actual: gozan de bolsa de trabajo casi familiar y endogámica, sueldos competitivos y complementos laborales peculiarmente llamativos, tales como complementos por el mero hecho de cumplir con su trabajo, entiéndase por ello un plus por no dejar de acudir a su puesto laboral. Cuando todos los colectivos han tenido que ajustarse -en ámbitos públicos o privados- a los ajustes salariales que todos conocemos, los trabajadores de marras no han cedido ni un ápice a los recortes que en su día aceptaron mediante acuerdos firmados, dándose la circunstancia de que ni siquiera la oferta municipal de reducir su sueldo en la mitad de la rebaja prevista les sea admisible. La última oferta distaba de sus criterios tan sólo un 1% y aun así han preferido someter a todos los ciudadanos a la tortura de siete mil toneladas de basura acumulada en las calles. Una asamblea a mano alzada hizo que anteayer -en el momento de redactar estas líneas siguen reunidos y es posible que la huelga sea revocada- fuera desestimada la generosa oferta municipal. Hoy viernes puede que todo cambie, pero nada hará olvidar las jornadas en las que se ha sometido a los vecinos de la ciudad a la insoportable tensión de ser chuleados y menospreciados por un colectivo privilegiado por unas condiciones laborales que ya quisieran muchos otros. De no resolverse la situación son muchos los que miran a la alcaldía con el deseo sincero de que se sustituya esta plantilla por otra dispuesta a acogerse a las condiciones que el mercado de trabajo impone.
 La huelga en cuestión es un signo de los tiempos. Yo gestiono un servicio fundamental para los ciudadanos y voy a utilizar a los mismos como rehenes para no renunciar a lo que otros han tenido que renunciar en aras del bien común. Mi cinturón no es el mismo que el de los demás. Es una indecencia y un insulto a la colectividad. Y un rechupete para el New York Times y toda su ralea.

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Carlos Herrera publicó este artículo en el ACB de Sevilla precisamente para mostrar su desaprobación a la huelga de los trabajadores de la empresa Lipassam, que a finales de enero y principios de febrero convirtió la capital del Guadalquivir, literalmente, en un basurero. Como sevillano de nacimiento, su columna adquiere unos tintes críticos con los huelguistas y de solidaridad con sus paisanos y su ciudad.
Vayamos ahora con el primer ejemplo de relaciones semánticas del artículo: “Como ocurrió hace poco en Granada o en Jerez, una huelga de los servicios municipales de limpieza ha puesto en un brete insalubre uno de los paisajes más célebres de la España turística, tanto que hasta los capullos del New York Times le han dedicado alguna de las fotos de su célebre portada”.
¿Qué se nos quiere decir con el párrafo anterior? Primero, se presupone que en Granada y Jerez también hubo una huelga de servicios municipales (su accionador presuposicional es la comparación realizada mediante “como…”, que establece un antecedente con mismas repercusiones, que se comentarán a continuación). Segundo, y a pesar de que “Sevilla” no aparece nombrada explícitamente en el párrafo, sino que viene elidido, hay una paráfrasis al relacionar esta ciudad con “uno de los paisajes más célebres de la España turística”. Además de nombrar al mismo ente, Carlos Herrera nos quiere decir que “Sevilla es uno de los paisajes más célebres de la España turística”.
Continuemos con otro ejemplo: “Cuando todos los colectivos han tenido que ajustarse -en ámbitos públicos o privados- a los ajustes salariales que todos conocemos, los trabajadores de marras no han cedido ni un ápice a los recortes que en su día aceptaron mediante acuerdos firmados, dándose la circunstancia de que ni siquiera la oferta municipal de reducir su sueldo en la mitad de la rebaja prevista les sea admisible”.
Para dotar al texto de los tintes políticos tan característicos de un diario como es ABC, Carlos Herrera alude a los ajustes salariales del gobierno del PP a los funcionarios. Hay una presuposición que nace de un accionador presuposicional del tipo “cláusula temporal” en “cuando”. Al nombrar un hecho que introduce una cláusula temporal, se presupone su existencia, en este caso, la de los ajustes salariales a todos los colectivos de trabajadores. Otra presuposición del mismo tipo la encontramos a través de “en su día [los trabajadores de marras] aceptaron los recortes mediante acuerdos firmados”,  y radica en que es verdad que los trabajadores de Lipassam han aceptado los ajustes salariales. Y una última presuposición  surge de una descripción definida, y cito textualmente: “La oferta municipal de reducir su sueldo en la mitad de la rebaja prevista [ni siquiera] les resulta admisible”. El autor se compromete con la verdad de la existencia de una oferta municipal, basada en esos puntos, hecha a Lipassam.
Para acabar, como se comentaba al inicio de este breve comentario, Herrera se posiciona junto a los ciudadanos y ciudadanas de Sevilla, verdaderas víctimas de la postura insolidaria de unos trabajadores privilegiados. “Hoy viernes puede que todo cambie, pero nada hará olvidar las jornadas en las que se ha sometido a los vecinos de la ciudad a la insoportable tensión de ser chuleados y menospreciados por un colectivo privilegiado por unas condiciones laborales que ya quisieran muchos otros”. Como el texto ha sido muy rico en presuposiciones, terminamos con una rotunda, accionada por un verbo implicativo, el verbo “olvidar” (ver el subrayado). Primero, se presupone que los trabajadores de Lipassam han menospreciado y chuleado a los ciudadanos de Sevilla y segundo, los trabajadores de Lipassam pertenecen a un colectivo privilegiado con unas condiciones laborales envidiadas por empleados de otros gremios.
Recortes, insolidaridad ciudadana y falta de equidad. Carlos Herrera nos acerca a uno más de los numerosos episodios de incoherencia en la convivencia cívica que salpica la España de hoy.

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